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Convento de los Trinitarios Descalzos

El Convento de los Trinitarios Descalzos es un gran ejemplo de las glorias y miserias de la ciudad de Alcalá de Henares, pues de su nacimiento por unos frailes pobres, pasó a ser impulsado por un noble de origen genovés, convirtiéndose ya en el siglo XIX  en cuartel de la caballería militar, después Comandancia Militar y en los últimos años ser restaurado y albergar el universitario Instituto Franklin de Investigación en Estudios Norteamericanos.

Los Trinitarios y Cervantes

A la intensa historia de la ciudad de Alcalá que se refleja como en un espejo en este Convento de los Trinitarios Descalzos, hay que añadir el cruce de destinos de la orden religiosa con el padre de la novela española, Miguel de Cervantes. Este célebre escritor fue rescatado en 1580, tras cinco años de cautiverio en las prisiones de Argel, por los frailes trinitarios Juan Gil y Antonio de la Bella, quienes pagaron a los sarracenos quinientos escudos por liberar al escritor.

El Convento de los Trinitarios Descalzos fue fundado en 1601 por el santo Juan Bautista de la Concepción, que había estudiado Teología en Alcalá, y quien también fundó la orden de los Trinitarios Descalzos, reformando la de los Trinitarios Calzados con normas más estrictas.

El Convento de los Trinitarios Descalzos está situado en la calle del mismo nombre y que da a la plaza de Cervantes, hace escuadra con el colegio de Málaga, sede de la facultad de Filosofía y Letras de la universidad de Alcalá. Primero fue una casa pequeña la que adquirió el fundador, que daba al callejón de Mataperros, y un par de años después compró un par de casas más, donde él y sus compañeros instalaron un hospicio.

El lugar se fue ampliando, y tras algunos roces con el colegio de Málaga, intercambiaron terrenos y ya en 1626 se empezó a construir el convento, que, terminado en 1639, se unió a la ciudad universitaria diseñada por Cisneros.

Sin embargo, la iglesia tardó más tiempo. Comenzó a construirse a partir de 1649 gracias al decidido patrocinio del marqués de Monesterio e importante financiero italiano Octavio Centurión, quien además siguió manteniendo a la comunidad religiosa. La obra está atribuida al maestro Sebastián de la Plaza, que tiene su lugar en el callejero alcalaíno, cerca de la plaza de los Cuatro Caños o Puerta de Mártires.

Once escalones

Aquí no encontrarás ningún suspense como en la famosa película de Hitchcock, pero sí el silencio reflexivo propio tanto de los templos, los claustros conventuales y las bibliotecas, pues no en vano aquí hay no una, sino varias.

Los once escalones son los de la escalinata que se debe subir para acceder a la pequeña lonja, o atrio descubierto con un  muro bajo alrededor, delante de la entrada de tres arcos de medio punto, por los que se pasa a la iglesia, dado que el convento está a la izquierda de la fachada, en el que hallarás un patio de dos alturas con arcos.

Que la iglesia y colegio-convento estén por encima del nivel de la calle, de manera que su sótano es la planta de calle, como podrás observar en la parte lateral de la calle San Julián, hace que sea uno de los edificios más peculiares del conjunto monumental alcalaíno, al destacar claramente entre las construcciones colindantes.

Cinco escudos

La planta de la iglesia del Convento de los Trinitarios Descalzos es de cruz latina de cuatro tramos, con una cúpula sobre el crucero o centro que desde fuera se ve como una torre cuadrangular, siguiendo el esquema trazado por Juan de Herrera y su discípulo Francisco de Mora, y que conformó el estilo típico de las iglesias de todo el siglo XVII en España.

En 1994, tras pasar el edificio de los Trinitarios a la universidad, se quitó un balcón que había en pleno centro de la fachada, y se colocaron en su lugar los escudos de su patrono,  Octavio Centurión, el de la Comandancia Militar y el de la Universidad de Alcalá, así como dos blasones de la Orden Trinitaria flanqueando la ventana que ilumina el coro,  en el frontón triangular superior, para reflejar las diferentes etapas por las que ha pasado.

Curiosidad
 Este Convento de los Trinitarios Descalzos contaba con algo de gran valor: nieve almacenada. Tenía un pozo de nieve, que era uno de los pocos y raros lujos que podía tener una comunidad religiosa en aquella época.

El pozo de la nieve

Una curiosidad relativa a este Convento de los Trinitarios Descalzos es que contaba con algo de gran valor: nieve almacenada. Tenía un pozo de nieve, que era uno de los pocos y raros lujos que podía tener una comunidad religiosa, al igual que la ciudad tenía algunas balsas de nieve a buen resguardo en los montes cercanos o como en el convento, en sótanos bajo pozos.

Después, como hielo o pulverizada, se usaba en la comida y bebida y además se vendía, de manera que era un monopolio para el que había que tener expresa licencia real y estaba sujeta a impuestos. De ello da fe el dato de que los Trinitarios Calzados tenían el suyo, que les permitía, por ejemplo, poder consumir 1.408 libras de nieve en el año de 1771.

Esplendor recuperado

En 1839, tras la Desamortización por la que el Gobierno de la época expropió numerosos bienes a a la iglesia católica, tanto la iglesia como el convento fueron cedidos al Arma de Caballería, lo que motivó que el interior se transformase para los usos propios del ejército. Mucho más tarde, pasó a ser la Comandancia Militar, lo que trajo nuevas modificaciones, como que a los lados de la escalera estuviesen dos cañones decorativos.

Tras la restauración al que el convento e iglesia fueron sometidos por la universidad en 1996, con la que se trató de recuperar su estado primitivo, es la sede del Centro de Estudios Norteamericanos, que incluye fondos del Instituto “Benjamin Franklin” y de la Biblioteca Cervantina, con cerca de treinta mil volúmenes de consulta y préstamo.

Más información:

Información de interés:

  • Dirección: Calle Trinidad 1
  • Teléfono: +34 91 885 52 52

Accesos desde Madrid

  • Renfe Cercanías C-1, C-2 y C7A.
  • Bus nº 223 (salidas desde el Intercambiador de Avenida de América).

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