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El hijo del deportado número 4.245 relata el horror del exterminio nazi de Mauthausen


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Santiago Vilar saludó al inicio del acto, remarcando que su padre había sido compañero de armas de Francisco Ortiz. Vicente García, secretario general de CCOO Henares, resaltó el hecho vergonzoso de que sean iniciativas particulares, como la que se celebró este jueves en la sala Margarita Xirgu de Alcalá de Henares, las que den a conocer hechos tan importantes de nuestra historia, echando en falta el tan necesario reconocimiento y divulgación institucional.

Las notas de “Leyenda”, de Albéniz comenzaron a sonar desde la guitarra acariciada por Juan Francisco. Esa música, explicó, se la pedía su padre una y otra vez, porque le recordaba las noches de camaradería del campo, quizá cuando contemplaban la bandera republicana española, que consiguieron tejer con telas robadas a los oficiales del campo, en la lavandería del mismo.

Esa bandera, que tiene su propia obra musical, que fue mostrada al público asistente, y de la que fue entregada una reproducción al sindicato y al partido. Esa bandera tiene varias inscripciones, ya desdibujadas por el tiempo; no obstante es un documento histórico de gran importancia, en el que en grandes letras se puede leer: REPÚBLICA ESPAÑOLA, y en letras más pequeñas KLM (Komando de Liberación de Mauthausen), así como los nombres de los españoles pertenecientes al komando, junto al de los dos sastres que la realizaron.

A lo largo de la tarde, la pausada y vigorosa voz de Juan Francisco desgranó explicaciones sobre cada pieza tocada en torno a las vivencias de los más de 10.000 españoles que estuvieron en los campos nazis (la mayoría en Mauthausen, más de 7.000, y la mayoría hombres, pero también varios cientos de mujeres en otros campos).

El chelo de su hijo David (nieto de Francisco) acompañó a la guitarra de su padre para interpretar Suite Yidish, en homenaje al pueblo judío, así como en otras piezas que interpretaron a dúo, entre ellas, el “Cant del ocells”, de Pau Casals, o Vieja Castilla Andaluza.

Estas músicas sirvieron para hablar de los 186 escalones de la escalera de la muerte del siniestro campo. Se llamaba “paracaidistas” a quienes, extenuados, caían desde ahí al vacío o eran empujados por sus guardianes nazis. También se mencionó a los 3 alcalaínos que estuvieron en esos campos: Ángel Álvarez Curtó, en Dachau; Valentín Juara Bellot en Mauthausen, y Manuel Vacas en Buchenwald (estos datos se pueden comprobar en el siguiente Buscador de Españoles deportados a Campos de Concentración.

La música no paró de hacer continuas referencias históricas a las 13 rosas, a Machado, a Lorca y a Miguel Hernández, en cuyo recuerdo volvieron a sonar los acordes de otra composición, dedicada en esta ocasión al alcalde de Madrid.

Ortiz, nacido en París, comentó una anécdota sobre cómo a los 13 años, en 1961, en calidad de hijo de exiliado pudo entrar en España a visitar a una familia, su familia, que no conocía. Llegó al pueblo de su padre, Santisteban del Puerto, en Jaén. Allí se compró una guitarra y conoció a una chica de sonrisa extraordinaria, surgiendo una historia de la que nació el chelista que le acompañó el jueves.

Juan Francisco y David conquistaron el corazón colectivo de la sala, que llegó a latir al unísono traspasado por el profundo significado de sus palabras y músicas.

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