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La UAH muestra el Madrid de Sabatini por el tricentenario de su nacimiento

Con motivo de la conmemoración del tricentenario del nacimiento del arquitecto Francesco Sabatini, la profesora de Composición Arquitectónica de la UAH, Ángeles Layuno, analiza las obras que se conservan en la ciudad de Madrid.

El arquitecto e ingeniero militar Francesco Sabatini (Palermo 1721-Madrid 1797) se forma en la Academia de San Lucas de Roma e inicia su trayectoria aprendiendo de los arquitectos de la corte napolitana del rey Carlos de Borbón, futuro Carlos III de España, arquitectos como Ferdinando Fuga y, sobre todo, Luigi Vanvitelli, autor este último del Palacio de Caserta (Nápoles, 1752) en cuya construcción Sabatini tuvo ocasión de participar. La obra de Sabatini, además de los referentes napolitanos y romanos, se alimenta de la orientación proporcionada por los volúmenes de su importante biblioteca y de la lección de las excavaciones arqueológicas destinadas a desentrañar y estudiar los vestigios aún inéditos de la Antigüedad Clásica. En este contexto Sabatini lleva a cabo el levantamiento planimétrico del conjunto de los templos de Paestum entre 1745 y 1750, hecho decisivo ya que las tareas de excavación de este conjunto estaban dirigidas por el conde Gazzola, quien influyó en la decisión de Carlos III de llamar a Sabatini a la corte española en 1760, nombrándole arquitecto de la Casa Real con rango de teniente coronel del Cuerpo de Ingenieros. 

Ángeles Layuno, profesora de Composición Arquitectónica de la UAH.

Esta doble formación de ingeniero y arquitecto encaminó su trayectoria tanto hacia el trazado de obras públicas o ciudades, como hacia el diseño de las más variadas tipologías arquitectónicas. El elevado número de proyectos y obras que fue capaz de producir se explica sin duda por su posición al frente de un numeroso equipo de profesionales que le permitieron proyectar en todas las escalas, desde el territorio al mobiliario urbano, desde el urbanismo al proyecto de interiores, como reflejan sus obras de remodelación y ampliación de los palacios de la corte española, como el Palacio Real, el Palacio de Aranjuez o el Palacio de El Pardo.

Además, el entendimiento de la arquitectura como una cuestión técnica y funcional, por un lado, y por otro lado, como disciplina artística y académica, anuncia un debate que cristaliza en el siglo XIX, y que en este caso caracterizaron una obra que se inscribe en el momento transicional entre el barroco clasicista y los primeros elementos de la arquitectura más desornamentada ligada a la Ilustración y el Neoclasicismo, en medio del entrecruzamiento de saberes y modos de hacer de arquitectos e ingenieros en la eclosión de la técnica moderna.

Sabatini se inscribe en el círculo de arquitectos extranjeros contratados por los sucesivos monarcas en el siglo XVIII con la voluntad de satisfacer las necesidades representativas del poder con una arquitectura adscrita a las corrientes internacionales del momento. En este contexto, fue el arquitecto encargado de la transformación de la imagen de la monarquía borbónica de Carlos III y Carlos IV a lo largo de casi tres décadas, entre los años 1760 y 1797.

Entre las obras vinculadas a los programas de embellecimiento y dotación de equipamientos con objeto de equiparar Madrid a las principales capitales europeas destacan las levantadas en el entorno y en el eje del Paseo del Prado. En el reinado de Carlos III se produce la primera gran remodelación urbana del denominado Salón del Prado (trazado entre las fuentes de Neptuno y Cibeles) como paseo arbolado y monumental siguiendo los ideales cosmopolitas y europeístas ilustrados. En este espacio, a instancias del primer secretario de Estado, Jerónimo Grimaldi, Sabatini realiza las primeras trazas del Real Jardín Botánico (1775), y, si bien el proyecto final es obra de Juan de Villanueva, la verja de cerramiento y la puerta monumental hacia el Paseo se deben a su diseño. Siguiendo el carácter de impulso científico que asume la remodelación del eje del Prado, se levanta ahora el primer Hospital General de Madrid en el borde del Paseo de Atocha, trazado inicialmente en 1756 por el ingeniero José de Hermosilla, pero reformulado y continuado desde 1769 por Sabatini, quien aborda un proyecto inspirado en el Albergo dei Poveri de Nápoles (proyectado por Fuga para el rey Carlos III). El proyecto de Sabatini obedecía a la modernización de instituciones sanitarias ligada a la creación de la Real Congregación de Hospitales en 1754 en el reinado de Fernando VI, con la idea de promover una sanidad civil, científica y pública. El edificio proyectado, de gran ambición espacial y urbana, sólo fue construido parcialmente, tratándose de la parte posterior del proyecto que presenta un sencillo esquema de galerías perimetrales rodeando un único patio (sede actual del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía).

En la intersección del Paseo del Prado con la calle Alcalá proyectó y ejecutó la Puerta de Alcalá (1769-1778), en forma de arco de triunfo monumental inspirado en esquemas romanos. La construcción de la Puerta de Alcalá formaba parte del plan de remodelación de la cerca, puertas y accesos a la capital, emprendido en el reinado de Carlos III. Del mismo modo, el diseño y ejecución de la Puerta de San Vicente (1775-1777) en sustitución de otra precedente del arquitecto barroco Pedro de Ribera, formó parte de un plan dirigido por Sabatini para la adecuación urbanística de la entrada de la ciudad que implicó la remodelación de la cuesta de San Vicente, el ajardinamiento del paseo de la Virgen del Puerto y el trazado de paseos. Lamentablemente esta puerta junto a la cercana fuente de los Mascarones, fueron desmontadas en las últimas décadas del siglo XIX para facilitar el tráfico rodado. La actual es una réplica de la existente.

Sabatini también actuó en el Palacio Real de Madrid y su entorno, llevando a cabo varias obras desde 1760 hasta prácticamente el final de su trayectoria, muchas de ellas no ejecutadas, transformadas o desaparecidas, como la reforma y nuevo diseño de la escalera principal inspirada en los diseños del Palacio de Caserta (alterada posteriormente bajo Carlos IV); el proyecto de extensión de dos nuevas alas que darían lugar al actual Patio de Armas (sólo se construyó una); y la ejecución de las desaparecidas caballerizas reales construidas entre 1777 y 1790 en el extremo norte del recinto y sobre cuyo solar se trazaron los denominado jardines de Sabatini en los años treinta del siglo XX. Muy cerca del Palacio Real, encontramos otra de las actuaciones más reseñables del arquitecto, la iglesia y convento de San Francisco el Grande de Madrid (desde 1776), ya comenzada por otro arquitecto, diseñando Sabatini su fachada convexa flanqueada por torres un claro carácter de barroco romano, además de consolidar estructuralmente el edificio y construir el convento, que fue derribado posteriormente.

Todas las intervenciones en la capital revelan unas de las características más significativas de su trabajo, que reside en la extralimitación del proyecto hacia el entorno urbano, la búsqueda de una relación constante entre proyecto urbano y proyecto de arquitectura, o entre arquitectura y ciudad. Sus edificios buscan incidir en la trama urbana, con su presencia o su capacidad estructurante, inscribiendo las piezas construidas en programas más ambiciosos de remodelación urbana, como sucede en la puerta de Alcalá, en la Puerta de San Vicente, o en los proyectos para el palacio Real de Madrid y su entorno urbano. Es más, los proyectos de obras del palacio que se han conservado revelan como desde 1767 se interviene en la topografía escarpada entre la cota de palacio y los caminos a los Reales Sitios, como el Pardo, por ejemplo, con objeto de suavizar la pendiente entre el palacio y la cota inferior de la ciudad, enlazando con el plan de accesos a la ciudad.

La modernización de la ciudad no sólo implicaba el ornato y el embellecimiento de sus paseos y edificaciones, también una serie de intervenciones de carácter técnico y funcional, que afectaban, por un lado, a la construcción de edificios necesarios en la ciudad moderna como aduanas –proyecta la Real Casa de la Aduana en la calle de Alcalá, actual sede del Ministerio de Hacienda; o cuarteles, como el Cuartel de San Gil (sobre la actual plaza de España, derribado), o el Cuartel de la Guardia Walona de Leganés (actual Universidad Carlos III). Por otro lado, Madrid a la llegada de Carlos III presentaba un grave problema de salubridad, lo que explica la redacción por parte de Sabatini de las Instrucciones de alcantarillado, empedrado y limpieza de la corte (1761-1765), centradas en la creación de una nueva red de alcantarillado y bajantes de aguas sucias en las viviendas, así como en la pavimentación de aceras y calles.

También, a esta faceta se adscriben sus obras de ingeniería hidráulica vinculadas a los jardines y bosques de los Reales Sitios de Aranjuez o la Real Casa de Campo. La versatilidad a la que hacíamos referencia al comienzo del texto se evidencia también en la capacidad de Sabatini para cambiar de escala o tema de proyecto, como se materializa en el diseño del retablo mayor de la catedral de Segovia, o de los sepulcros de Fernando VI y Bárbara de Braganza en la iglesia de las Salesas Reales de Madrid, en colaboración con el escultor Francisco Gutiérrez.  A pesar de las alteraciones o derribos, buena parte de los edificios proyectados por Sabatini han llegado hasta nuestros días manteniendo su actividad original o bien han sido rehabilitados para otros usos, lo que demuestra la versatilidad de estas fábricas y espacios para asumir las transformaciones que en toda obra de arquitectura implica el paso del tiempo. Es preciso señalar por último que el Jardín Botánico, el Hospital General y la Puerta de Alcalá, relacionados con su autoría, están inscritos en el actual perímetro del área Prado-Retiro, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2021 bajo el lema Paisaje de la Luz, en clara alusión al Madrid ilustrado.