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Vecinos del Centro Histórico de Alcalá denuncian el deterioro de la vida diaria en verano por el ruido, el calor y las terrazas


La Asociación de Vecinos del Barrio Centro de Alcalá de Henares, presidida por Manuel Patiño, ha hecho público un artículo de opinión en el que denuncia el deterioro que sufre el Casco Histórico durante el verano. En el escrito, el colectivo vecinal pone el foco en la falta de sombra en las calles y plazas del centro, lo que convierte el entorno en un “horno urbano” durante los días de más calor.

Según explican, salvo excepciones como la Plaza de Palacio o algunos rincones puntuales, “el resto del centro se transforma en un espacio inhóspito” debido a la escasez de arbolado o elementos que protejan del sol, como toldos. “Quienes queremos pasear, convivir o simplemente descansar, no encontramos refugio alguno”, denuncia el presidente de la asociación.

Terrazas y ruido: el modelo de ocio que desplaza a los vecinos

Otro de los puntos más críticos del texto se refiere a la ocupación del espacio público por parte de terrazas y veladores. Lo que nació como una medida de apoyo a la hostelería durante la pandemia se ha convertido, según los vecinos, en una ocupación permanente y, en muchos casos, “abusiva”.

Desde la asociación valoran positivamente la reciente medida del Ayuntamiento de limitar el número de veladores en algunos tramos de la calle Mayor, donde se ha pasado de permitir diez a solo cinco por local. Consideran que esta decisión ha supuesto un “alivio” para los residentes y piden que se extienda a otras zonas afectadas del Casco Histórico.

Tardeo, ruido nocturno y pérdida del comercio tradicional

La crítica se extiende a otras plazas y calles como la de los Irlandeses, Cervantes, Cerrajeros o el entorno del Mercado, donde el fenómeno del “tardeo” se ha instalado de manera permanente. “Transforman el centro en una gran zona de fiesta continua”, aseguran. Los vecinos denuncian música a alto volumen, consumo de alcohol en la vía pública y una creciente “sensación de impunidad”.

Todo ello contribuye, según afirman, al desgaste de la calidad de vida de quienes residen en el centro y a la desaparición progresiva del comercio tradicional, desplazado por un modelo centrado exclusivamente en el ocio nocturno.

Residuos, olores y ruido en la recogida nocturna

El artículo también apunta al problema de la gestión de residuos, especialmente desde la implantación del nuevo sistema de recogida en la calle Mayor. “Carros, bolsas y envases recorren las calles del centro camino de unos contenedores que, con el calor, desprenden olores insoportables”, advierten. La recogida nocturna y el ruido asociado dificultan aún más el descanso vecinal.

A juicio de la asociación, sigue sin existir un sistema real y efectivo de reciclaje que sea compatible con la vida en el centro y que tenga en cuenta el elevado volumen de residuos generado por la actividad hostelera.

Propuestas vecinales y críticas a los grandes eventos

No todo son críticas en el escrito. La asociación celebra la apertura del cine de verano en el recinto amurallado como un ejemplo de actividad cultural bien integrada en el entorno. Sin embargo, vuelven a cargar contra la localización de los Conciertos de la Muralla, cuya celebración en pleno casco urbano genera “exceso de decibelios y fuertes vibraciones” que afectan tanto a la salud de los residentes como al patrimonio monumental.

El artículo concluye con una llamada de atención al Ayuntamiento, al que piden responsabilidad para cambiar el rumbo del modelo de ocio actual. “Es posible otra forma de gestionar el Casco Histórico, una que respete a quienes lo habitan y cuide lo que lo hace único”, concluye Patiño en nombre de la Asociación Vecinal.

Artículo de opinión de la Asociación de Vecinos del Barrio Centro

Verano en el Casco Histórico: sombras que faltan, ruido que sobra

Ha llegado el verano a Alcalá de Henares y el Casco Histórico vuelve a convertirse en un escenario difícil para quienes aún lo habitamos. El calor aprieta con fuerza y la falta de sombra se hace más patente que nunca. Salvo pequeños oasis como la Plaza de Palacio, algunos rincones de la Plaza Cervantes o la Plaza de los Santos Niños y El Huerto de los Leones (si las alertas por altas temperaturas lo permiten) el resto del centro se transforma en un horno urbano. Calles y plazas sin arbolado, sin toldos, sin soluciones. Quienes queremos pasear, convivir o simplemente descansar, no encontramos refugio alguno.

A esta situación se suma otro fenómeno que se ha intensificado en los últimos años: la ocupación del espacio público por terrazas y veladores. Lo que comenzó como una medida temporal para apoyar a la hostelería en tiempos difíciles, se ha consolidado como un modelo de ocupación intensiva y, en muchos casos, abusiva. Hemos comprobado cómo la peatonalización del centro, que en principio debía recuperar el espacio para las personas, ha sustituido el tráfico rodado por un tráfico constante de bandejas, sillas y altavoces. Donde antes había coches, ahora hay veladores; donde se redujo la contaminación atmosférica, aumentó la contaminación acústica. Y donde se esperaba más vida vecinal, lo que ha crecido es el ocio nocturno.

En este contexto, la reciente reducción del número de veladores en la calle Mayor (pasando de 10 a 5 por local en algunos tramos o 6 en otros) ha supuesto un alivio para los residentes de esa zona. Este cambio ha demostrado que es posible avanzar hacia un modelo más equilibrado, que respete la convivencia sin ahogar la actividad económica. Sería deseable que esta medida se extendiera al resto del Casco Histórico, donde todavía abundan los excesos. El modelo de 5 veladores por local no solo es más lógico, sino también más justo con quienes apostamos por seguir viviendo en el centro.

Sin embargo, aún persisten zonas especialmente afectadas, como la Plaza de los Irlandeses, la Plaza Cervantes o calles como Cerrajeros, Ramón y Cajal o el entorno del Mercado. Allí, el llamado tardeo ha ido colonizando las tardes y noches de los fines de semana, transformando el centro en una gran zona de fiesta continua. Música a todo volumen, consumo de alcohol en plena calle y una creciente sensación de impunidad deterioran gravemente la convivencia. Quienes vivimos en estas calles ya no solo sufrimos las noches en vela, sino también la pérdida paulatina de nuestra calidad de vida y del comercio tradicional, que se ve desplazado por un modelo basado exclusivamente en bares.

A esto se añade el problema de la gestión de residuos. El nuevo sistema de recogida implantado en la calle Mayor que cumple un año ya ha puesto sobre la mesa un asunto de fondo: el modelo de consumo de “usar y tirar” que genera una enorme cantidad de residuos, especialmente por parte de la hostelería. Al cierre de los locales, carros, bolsas y envases recorren las calles del centro camino de unos contenedores situados en las calles colindantes que, con el calor, desprenden olores insoportables. La recogida nocturna y el ruido asociado al proceso hacen aún más difícil el descanso vecinal. Frente a esta situación, sigue sin existir un sistema de reciclaje real, efectivo y respetuoso con el entorno o los vecinos.

No todo son malas noticias. La reciente apertura del cine de verano en el recinto amurallado es un ejemplo de actividad cultural bien encauzada, que respeta el entorno y enriquece la vida de la ciudad sin molestar a los vecinos. Un acierto que contrasta con los Conciertos de la Muralla, cuya localización en pleno casco urbano continúa generando un enorme malestar. El exceso de decibelios y las fuertes vibraciones que producen afectan tanto a la salud de quienes viven en las inmediaciones como al propio patrimonio monumental.

¿Será capaz el Ayuntamiento de actuar con responsabilidad y trasladar estos conciertos fuera del casco urbano? ¿Medirá con rigor los niveles de ruido y suspenderá aquellos eventos que superen los límites legales? ¿Adoptará medidas efectivas para proteger a los vecinos y al patrimonio frente a las consecuencias de este modelo de ocio intensivo?

Es posible otra forma de gestionar el Casco Histórico, una que respete a quienes lo habitan y cuide lo que lo hace único. El verano deja al descubierto —una vez más— que no se trata solo de sombras que faltan, sino también de un modelo de ciudad que necesita urgentemente un cambio de rumbo.

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