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La ‘Sociedad de Condueños de los edificios que fueron Universidad’ es nombrada Hija Predilecta de Alcalá de Henares


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Todos los concejales con representación en el Ayuntamiento de Alcalá de Henares fueron llamados el pasado jueves 13 de octubre para celebrar un Pleno Extraordinario con un único punto en el Orden del Día.

El asunto no era baladí, puesto que se trataba de conceder el título de Hija Predilecta de la Ciudad a la “Sociedad de Condueños de los edificios que fueron Universidad”.

En el acto participaron los concejales de la Corporación Municipal, miembros de la entidad homenajeada, representantes de otras instituciones como la Brigada Paracaidista del Ejército de Tierra, la Policía Local de Alcalá de Henares, la Universidad de Alcalá, ex alcaldes y concejales, entre otros asistentes. 

Rodríguez Palacios felicitó a la Sociedad de Condueños ya que “aunque el Reglamento establece la entrega de este distintivo por el voto favorable de una mayoría, es un honor poder decir que se acordó por unanimidad, y demuestra la importancia que tiene esta entidad en la historia de la ciudad”.

“Alcalá de Henares es hoy una ciudad cosmopolita, con 200.000 habitantes, pero con profundas raíces y con una forma de vivir y entender la vida a la alcalaína, diferente a la de otras ciudades, y parte de ello es gracias a la Sociedad de Condueños y al relato de la historia de Alcalá”, afirmó el primer edil. 

La Sociedad de Condueños de los edificios que fueron Universidad

La “Sociedad de Condueños de los Edificios que Fueron Universidad” se creó en enero de 1851, ante el notario de la ciudad, Gregorio Azaña. Fue la primera asociación privada sin ánimo de lucro que se creó en toda Europa,  ex profeso, para la conservación del patrimonio histórico de una ciudad.

La frase “guardiana de las esencias” cobra un rotundo sentido cuando hablamos de la Sociedad de Condueños de Alcalá de Henares, cuya sede está en el Círculo de Contribuyentes. Fue la primera asociación privada sin ánimo de lucro que se creó en toda Europa,  ex profeso, para la conservación del patrimonio histórico de una ciudad.

Esto es así porque gracias a la Sociedad de Condueños, fundada en 1851, podemos disfrutar hoy de la manzana universitaria, es decir, de la universidad que levantó el cardenal Cisneros a principios del siglo XVI y de todos los edificios cercanos, en lugar de ser pasto del abandono y la ruina.

La razón es que – tras la desamortización de Mendizábal – la universidad como institución, con todo su patrimonio y archivo, se trasladó en 1836 a Madrid, donde recibió el nombre de Universidad Central de Madrid. Después, en 1968 y tras la creación de la Universidad Autónoma de Madrid tomó el nombre de Universidad Complutense de Madrid, nombre con el que se conoce hasta ahora (cabe recordar que Complutum es el nombre que tenía la ciudad de Alcalá en tiempos del imperio romano. Por lo tanto decir complutense es igual que decir alcalaíno).

En aquel momento la reina Isabel II ordenó que los edificios, de gran riqueza histórica y artística, fueran subastados al mejor postor.

Gusanos de seda en el Paraninfo

Sin embargo, al hilo del descubrimiento de los restos del cardenal Cisneros, un grupo de vecinos de Alcalá, ciudad que por entonces contaba con unos 7000 habitantes, y tras sufrir varios expolios, decidieron unirse para detenerlos y salvar la universidad.

Esta decisión ciudadana se produjo después de varios vaivenes económicos con la propiedad de la universidad. Tras la desamortización y el decreto de sacarla a subasta pública, Joaquín Alcober se dirigió en 1845 a la Junta de Instrucción Pública ofreciendo 50.000 reales para dedicar el colegio mayor de San Ildefonso, sus patios y otros edificios al cultivo de la morera y la cría de gusanos de seda, junto con la construcción de una fábrica de hilaturas.

Un año después se consumó la compra por parte del señor Alcober, quien a su vez un año después volvió a vender todos los edificios universitarios a Joaquín Cortés, por 70.000 reales, quien también volvió a vender la universidad en 1850 al conde de Quinto y a su esposa, Elisa de Rodas.

El matrimonio no la vendería, sino que se dedicaría a transformarla a su gusto y llevarse los objetos que quisieron a otras fincas suyas, en lo que sería un auténtico expolio. Por ejemplo, se llevaron las campanas que coronaban la capilla de San Ildefonso a propiedades que tenían en Aragón, demolieron el arco que unía la universidad con el edificio de enfrente en la calle Pedro Gumiel, y se llevaron numerosas obras de arte, cuadros, retablos y rejas.

Cuando corrió el rumor de que barajaban la idea de desmontar la fachada de la universidad, un gran número de vecinos firmó un escrito dirigido al alcalde, solicitándole que se detuviese el expolio.

Enseguida se celebró una reunión en el Palacio Arzobispal de las fuerzas vivas de la ciudad con el alcalde, creándose una comisión formada por siete notables, en la que estaban el arzobispo de Toledo y el marqués de Morante, con el fin de que realizase las gestiones necesarias para adquirir el patrimonio inmobiliario de la universidad.

Láminas de cien reales

La comisión estipuló las normas de creación de la Sociedad de Condueños y recaudó el dinero de los alcalaínos que quisieron apoyar tal empresa. Se hicieron novecientas participaciones o acciones de propiedad denominados láminas, por valor de cien reales cada una, con la condición de que sólo se pudieran transferir entre vecinos de Alcalá y de que cada propietario únicamente pudiera poseer un máximo de diez láminas.

La “Sociedad de Condueños de los Edificios que Fueron Universidad” se creó en enero de 1851, ante el notario de la ciudad, Gregorio Azaña, y un mes antes sus miembros compraron los edificios universitarios por 90.000 reales.

Los efectos beneficiosos de la salvaguarda que ha realizado la Sociedad de Condueños del patrimonio histórico alcalaíno se ha extendido a lo largo de siglo y medio hasta que a partir de la reinstauración de la universidad de Alcalá en 1977, cedió a esta los edificios por un alquiler simbólico.

Es interesante recordar que cuando se fundó la Sociedad de Condueños, también se puso a la venta el Palacio Arzobispal por un millón de reales, aunque afortunadamente no se encontró comprador.

Si quieres saber más sobre qué ocurrió con Alcalá, la universidad y sus edificios más representativos en el siglo XIX, no dejes de leer este interesante documento publicado por el Ayuntamiento de Alcalá de Henares.

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